lunes, 20 de diciembre de 2010

El ritual del doble entierro de la tribu Wayuu

Nos disponemos en este trabajo a analizar, desde el punto de vista antropológico, uno de los rituales de traspaso más interesantes que se pueden encontrar. Los wayuu son una tribu de América del Sur localizada en la península de la Guajira, entre la actual Colombia y Venezuela, que realizan un ritual de doble entierro de sus muertos. Cuando un miembro de la tribu fallece, se le da sepultura una primera vez. Posteriormente, y cuando el difunto comunica a sus familiares que ya está preparado, se realiza la exhumación del cadáver, se preparan y se limpian los restos y se les da nueva sepultura según el rito Wayuu.
Este ritual es una representación simbólica del mito del viaje del alma del difunto hacia Gepirra, el lugar sagrado de los Wayuu. En este sentido, podemos encontrar un paralelismo con muchas otras culturas como, por ejemplo la cristiana y el cielo. Podemos ver igualmente, y siguiendo la descripción ofrecida por Turner, varias fases en este ritual. Por un lado, el primer entierro del difunto Wayuu, sería la fase de separación del grupo. El fallecido ya no está entre el grupo y, por tanto, se produce una evacuación, afectada en este caso, por la influencia cristiana colonizadora, en la que se inhuma el cadáver. Deberíamos considerar el hecho de que esta primera fase, al consistir en un entierro "normal" desde el punto de vista occidental, estaría compuesta al mismo tiempo para la fase de separación, liminalidad y reincorporación. Aunque la fase de liminalidad y reincorporación son las que se alargan en el tiempo hasta que el difunto comunica a los familiares, a través de los sueños de estos, que ya es el momento de hacer el viaje definitivo y se produce el ritual del segundo entierro. En este momento comienza el fin de la liminalidad y al terminar el segundo rito mortuorio, se consuma la fase de reincorporación.

En todo este proceso, podemos observar gran cantidad de actos simbólicos que nos representan la carne, la purificación, la comunicación con los muertos, la asimilación de los difuntos por parte de la sociedad y la conexión con los ancestros. Así, en el primer entierro se ponen junto a la tumba objetos queridos por el difunto, para que le acompañen en la primera etapa de su viaje. Esta primera vela, es larga y socializada, lo que ofrece la posibilidad de llevar un luto compartido con los familiares, exteriorizando la tristeza y provocando una catarsis saludable para todos los miembros de la comunidad. En este sentido, podríamos hacer una lectura discontinuista desde el punto de vista de la teoría antropológica. Siguiendo a Lévi - Strauss (1985), podemos afirmar que la exteriorización del dolor y la manifestación de tristeza son hechos que pertenecen al orden de lo natural, ya que son sentimientos universales exteriorizados en diversas circunstancias en todas las culturas. Al mismo tiempo, todo el ritual, las normas implícitas y explícitas que podemos encontrar en la escenificación de los símbolos así como la manifestación de la tristeza en un momento determinado como  un entierro, es lo que pertenece al ámbito cultural y distintivo de cada sociedad. Se podría decir que hay un contexto cultural específico que activa una emoción determinada - en este caso el dolor- que es universal, pero que no se expresa de la misma manera ni en los mismos contextos en todas las culturas.

Respecto de los actos simbólicos, podemos decir también que la comida aparece ya en el primer entierro, aunque no tiene la fuerza de simbolización de reincorporación que tendrá en el segundo entierro donde se simboliza esta reinserción del fallecido en la sociedad, a partir de la carne y de su consumo por parte de los actores del ritual. La bebida alcohólica, llamada chirrinchi, toma también un papel simbólico al convertirse, por una parte, en vehículo para llevar la conciencia de los actores del ritual a un estado en el que se pueden comunicar con más facilidad con los muertos y por otra, es el elemento que se utiliza para escenificar el acto de purificación en el momento de lavar a las mujeres que han realizado la exhumación del cadáver. Con este acto, se pretende que el alma del difunto no penetre en el cuerpo de los vivos que han estado en contacto con él. Entendemos que hay también, una necesidad de desinfección por haber estado en contacto con el cuerpo putrefacto desenterrado previamente. Esta bebida está presente igualmente en el primer entierro, pero toma protagonismo, sobre todo en el segundo. Podríamos decir que el segundo entierro es mucho más rico en actividades simbólicas no influenciadas por la cultura colonizadora. Así, la exhumación del cuerpo se llevará a cabo por jóvenes vírgenes, como símbolo de pureza y, una vez exhumado, los restos deben limpiarse convenientemente.

Se simboliza así la purificación del cadáver y la eliminación de la putrefacción. Las mujeres que han realizado el levantamiento del cadáver, no pueden dormir esa noche, ya que, nuevamente se cree que si se duermen, el espíritu del difunto les puede hacer algo o se les puede meter dentro. Creemos que este acto simboliza claramente aquella separación de la que nos habla Turner. El difunto se ha ido, hay una desvinculación del grupo y ya no se puede hacer el camino a la inversa. El segundo entierro, es también un acto socializado en el que varias familias lo realizan todos juntos, lo que facilita el final del duelo. Esto también es simbolizado con la consumición de grandes cantidades de carne que representarán, en este caso, la reincorporación definitiva del cuerpo del fallecido en la sociedad y el inicio del viaje espiritual hacia Gepirra. Igual de importante que la carne, es la presencia de la sangre en todo el ritual, ya que ésta es considerada un canal de comunicación con los muertos y es muy bienvenido que las mujeres que participan en el ritual estén en su período menstrual, ya que de esta manera se considera que están en contacto permanente con los difuntos a los que se está dando sepultura.

Cuando finaliza el segundo entierro, se considera que el fallecido emprende el viaje definitivo a su lugar sagrado, su tránsito ha finalizado y los allegados sienten la tristeza del adiós definitivo compartido con todos los familiares y miembros de otras familia. 
Si se quiere ampliar información, recomendamos este vídeo. En el se relata el ritual en castellano y en Wayunaiki. 

1 comentario:

  1. Calidad de vida

    En todas las culturas los rituales cumplen una función social. La nuestra ha derivado en un ritual práctico y rápido. Todo ha de ser funcional y además ha de llevarse a cabo en pocos días y a ser posible en día festivo para no interrumpir el devenir social primando el aspecto productivo. De esta manera amigos cercanos de los parientes afectados no siempre tienen posibilidad de acompañarlos y respaldarlos afectiva y empáticamente en el trance (los permisos laborales legislados no les corresponden).

    Sucede así que muchas personas no tienen tiempo de asimilar la nueva situación en la que un ser querido y cercano ya no está presente ni volverá a estarlo nunca más. Esto da como resultado que algunas de ellas, y no pocas, queden en un estado de profunda tristeza del que no son capaces de salir por si mismas. Acudiendo en el mejor de los casos a un terapeuta (alternativas múltiples; psiquiatra, psicólogo, otros, con o sin química antidepresiva) que sea capaz de ver dónde se ha quedado estancada y pueda ayudarla de uno u otro modo a seguir adelante y terminar su proceso de duelo. De nuevo los profesionales de la salud vienen en nuestra cultura, calzador en mano, a enmendar y solventar las “patologías” derivadas de los procesos que por las exigencias de la misma no se pueden finalizar de forma natural.

    En la cultura Wayuu, por el contrario, se toman el tiempo necesario para que las personas afectadas (familiares y amigos) puedan cerrar los asuntos que tienen con el difunto. Cuando una persona muere es enterrada por primera vez de forma, podría decirse, provisional. Y pasa a no estar físicamente aunque si espiritualmente con los demás miembros de la tribu. Durante este periodo los vivos sueñan con él, hablan de él, le hablan a él, etc. expresando así al difunto y a sus allegados los afectos, acuerdos y desacuerdos que les llevarán a dar por concluida la relación que tenían con él. Cuando a través de sus sueños o de sus fantasías se dan cuenta de que ya no tienen nada que les impida separarse del difunto, exhuman el cadáver y realizan el segundo entierro con fiesta y alegría. El proceso de duelo de familiares y amigos ya está concluido y el muerto puede entonces emprender su viaje también en espíritu ya que no quedan asuntos pendientes con los vivos.

    Pep Fornas Martí

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